miércoles, 24 de julio de 2013

EL CIELO NO ES COMO NOS LO HABÍAN CONTADO




EL CIELO NO ES COMO NOS LO HABÍAN CONTADO…  ( I )






         ¿Cómo nos imaginamos el “cielo” en nuestra mitología judeocristiana? Como un lugar beatífico, intemporal, ingrávido; un lugar donde las almas, simplemente, están, en un estado de eterna bienaventuranza. Nos lo imaginamos entre nubes aureoladas con sutiles arcoiris. Un lugar fuera del espacio-tiempo. Infinito y eterno. Perfecto.

         Hay una característica del cielo cristiano que, además de las ya descritas, lo constituye de forma esencial: en él nos vamos a (re)encontrar a todos nuestros seres queridos. El cielo es un lugar donde se reúnen para siempre las almas de los que han sido separados en la existencia terrena por múltiples circunstancias, principalmente la muerte.

         En realidad, hay dos imágenes de perfección en la mitología cristiana: el paraíso y el cielo. Del paraíso fuimos expulsados por el pecado original de los homínidos ancestrales: Adán y Eva. Expulsados, dicho sea de paso, por acceder al conocimiento prohibido, que no es otro sino el conocimiento de la diferencia sexual, puesto que por primera vez después de probar la fruta fatal, sienten vergüenza de su desnudez. 

       Del paraíso, entonces, fuimos expulsados, no hay retorno posible. Sin embargo, el cielo nos fue prometido: nos será concedido si, y sólo si, hemos llevado una existencia terrena virtuosa, si hemos sido buenos.

       Ambos, paraíso y cielo, nos ofrecen imágenes de completad, de perfección. Entre ambos transcurre nuestra existencia mortal, dolorosa, miserable, valle de lágrimas, travesía del desierto. Nuestra vida, extremadamente frágil, expuesta al paso del tiempo, a la enfermedad, a la incertidumbre, se halla sometida a destinos inescrutables,a fuerzas que nos dominan y doblegan nuestra voluntad y nuestra capacidad de entendimiento... y sujetos, final e inexorablemente, a la muerte.
  
      Pues bien, desde entonces y hasta ahora, el ser humano, se dice vulgarmente, ha intentado recuperar el Paraíso perdido.... pero... reinventándolo. se dice que ese paraíso perdido es la vida intrauterina: el período único e irrepetible en el que el feto lo tiene "todo" sin esfuerzo y posee, por tanto, una existencia en cierto modo "perfecta". Se habla por ello del nacimiento como del trauma original, el trauma por excelencia, el momento de la "expulsión del paraíso"...

       Esta es una teoría en todo caso respetable. No podemos negar que habita nuestro imaginario. Y tal vez por eso, en las primeras asociaciones prehistóricas, la madre, que es la Tierra, aquella que nos da la vida, que nos da a luz y nos nutre, es la que nos recibe de nuevo cuando morimos; y es por eso que el ser humano prehistórico "inventa" el enterramiento de los muertos: es la tierra que nos "dio" al mundo la que nos recibe cuando lo abandonamos. Principio y fin confluyen de forma inmutable.
  
     Pero sea como sea, lo cierto es que toda la evolución de la Humanidad es el intento progresivo, a lo largo de tantos siglos, de "recuperar" ese estado mítico de perfección: alteramos nuestro medioambiente, la Naturaleza, para crearnos un hábitat cada vez más seguro, más confortable... y la capacidad de perfección, gracias a la ciencia y a la técnica, parece no tener límite. Los grandes centros comerciales, los complejos turísticos, los hogares inteligentes, la progresiva aceleración de los medios de transporte y de las comunicaciones, los millares de aparatos electrodomésticos y gadgets de todo tipo que buscan sin éxito colmar nuestro deseo... por no hablar de los "milagros" de la medicina, que prolongan y mejoran nuestra existencia, acercándonos a ese viejo sueño de la inmortalidad, de una mítica Edad de Oro..

     En definitiva, la Humanidad busca desde la noche de los tiempos, desde las pinturas rupestres, por las que, según suponemos, nuestros antepasados remotos pretendían de forma mágica atraer la caza.... desde sus orígenes mismos, digo, la Humanidad ha buscado, si se me permite la expresión, sustituir la Naturaleza original, caprichosa e imprevisible, terrible e inhóspita tantas veces, indomeñable... por una segunda naturaleza previsible, segura, perfecta. Dicho de otro modo, el anhelo de una "realidad virtual" susceptible de suplir las deficiencias de la "realidad" natural, está inscrito ya desde el comienzo en el corazón de lo humano...



        Y es ahí precisamente a donde quería llegar. Dijimos antes que el Cielo es el lugar en el que se nos promete encontrarnos con nuestros seres queridos -con todos- en perfecta armonía y para siempre y, por supuesto, con una plena conciencia en la cual ningún recuerdo -ni el más nimio- se pierde, estado de omnisciencia similar al de Dios o, al menos, al de los Arcángeles -porque allí, en el Cielo, nos habremos convertido en eso, ¿no? en.... ángeles... 

       Si esto es así... ¿no hemos inventado los humanos ya el cielo? ¿No nos ofrece INTERNET la forma más acabada del Cielo en la Tierra?

 
       








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