domingo, 6 de abril de 2014

¿POR QUÉ EL PSICOANÁLISIS PUEDE INTERPRETAR EL ARTE?

¿POR QUÉ EL PSICOANÁLISIS PUEDE INTERPRETAR EL ARTE?





¿Por qué decir que el psicoanálisis puede interpretar la cultura y, en concreto, el arte? ¿Qué le autoriza a interpretar?

Quizá antes de responder a esta pregunta debamos hacernos otra más urgente: ¿qué es interpretar? 

Si entendemos la palabra en su origen, "interpretar" sería leer el significado oculto de algo. Así, desde la Antigüedad, se interpretan los sueños, en un intento de comprender el enigma que encierran, su mensaje más íntimo. La Hermenéutica, nacida en el Renacimiento, sería la ciencia de la interpretación. Los textos antiguos, literarios o no, deben ser analizados y entendidos, no desde el presente de quien se ocupa de ellos, sino en el contexto mismo en que surgieron. Este empeño tiene algo de imposible, encierra en sí mismo un Imposible (un Real, decimos en psicoanálisis): ¿cómo podemos saber exactamente, lo que Homero quiso transmitir en su tiempo con La Odisea, por ejemplo? Entre lo que entendieran los lectores de entonces y lo que entendemos nosotros al leer la obra se abre un abismo insalvable. No podemos saber con exactitud lo que quiso decir Homero.... y sin embargo, nos llega como algo propio, su escritura nos hace vibrar, tal vez porque en cada uno de nosotros late un Odiseo... respecto a esto se abren muchas cuestiones que no tienen lugar en este artículo breve... 

Sin embargo, hay una acepción del verbo "interpretar" que también nos interesa.





En música, interpretar se le llama a tocar una pieza, a reproducir una notación, una escritura... Tengan en cuenta que aquello que se quiere más universal, la Ley, la ley escrita, la ley que hay que aplicar para impartir justicia, aquella a la que todos deberíamos estar sometidos sin excepción, esa Ley, está también sujeta a interpretación.
Basta que tomen ustedes en Youtube cualquier pieza musical, un movimiento de una sinfonía, por ejemplo, y en sus diferentes versiones comprobarán que hay diferencias abismales, no sólo de colorido en la musicalidad, sino del tempo en el que está tocado. En una pieza de 40 minutos, puede haber una variación de hasta 10!!!

Luego la interpretación, como decíamos, se enfrenta a un imposible que, sin embargo, no es un obstáculo, o no sólo un obstáculo, sino que, de forma paradójica, es la fuente que la hace posible: es un límite, una frontera, un umbral... 

Interpretar, desde estas sugerencias que les hago a pensar en ello, tal vez no sea más que una deriva, una cierta deriva. Un itinerario. Un viaje hacia un lugar inaccesible. Una Ítaca que se revela, como en el poema de Kavafis, no en su destino, sino en el trayecto mismo, en los avatares del viaje.... y en las múltiples transformaciones del navegante...

Transitar una obra de arte puede hacerse desde muchos lugares de partida. Por ejemplo, desde un canon concreto, el crítico de arte puede juzgar una obra como maestra, simplemente lograda, o mediocre... Es sólo una posibilidad. Oscar Wilde ya advertía, desde ese tópico de que el crítico de arte es un artista frustrado, ¡¡que un crítico es algo muy distinto de un intérprete!!

Suponemos que el fin último de la obra de arte es suscitar el placer estético... Ufff!!! concepto bien complicado, enredado siempre con la elucidación del concepto de belleza, que en XXV siglos de cultura occidental no ha obtenido una definición unívoca (tal vez porque no la tenga, volvemos al Imposible...)

Pero aun en el caso de que sea este el fin último de la obra de arte, habremos de admitir que ella es producto de un sujeto, alguien que sigue unas normas sociales, que se expresa en el lenguaje que conoce, que ha heredado, que se limita a una "escuela"... o por el contrario, alguien que "se adelanta a su tiempo", que rompe con las reglas, que inventa otras nuevas, que transgrede lo establecido... y transgredir es, una vez más, cruzar el umbral de lo imposible...

En fin, un artista es un sujeto y, como tal, en su obra va a dejar huellas de esa subjetividad. Esas huellas pueden rastrearse, pueden sentirse, pre-sentirse... pueden leerse. Freud, en su monumental Traumdeutung, La interpretación de los sueños, elaboró un concepto poético que quiero presentarles a quienes no lo conozcan: el ombligo del sueño. ¿Qué significa el ombligo del sueño? Que por mucho que interpretemos un sueño (y por extensión, cualquier manifestación de la subjetividad, inconsciente o no), por mucho que podamos extraer el contenido latente de su contenido manifiesto, hay un punto a partir del cual, es imposible avanzar más... el sueño queda encerrado en una bruma, en un misterio insondable, más allá del cual no alcanzan las luces de la razón...

Por tanto, si el psicoanálisis se ocupa de los sujetos, de leer en lo insondable de sus biografías los trazos de su malestar, de su sufrimiento, pero también de las formas en que han podido "arreglárselas" en la vida, con sus síntomas, con su dolor psicológico, con sus frustraciones y condicionamientos... en definitiva, a interpretar esas huellas del sujeto en su propia biografía: en lo que otros han escrito, en lo que él mismo ha escrito, ha in-scrito.... si el psicoanálisis con ello, como terapia, trata de que un ser sufriente pueda re-escribir ese destino que, se dice, está "escrito" de antemano (no otra cosa es la tragedia como forma literaria y teatral)... si el psicoanálisis rastrea esas huellas... ¿por qué no poder hacerlo también en la obra artística?

¡¡¡No significa, por supuesto, como muchos creen, desde prejuicios que deberían estar ya obsoletos, de "tumbar" al artista, o al personaje literario, en el diván!!! No se trata ni mucho menos de reducir el inextricable misterio de la obra de arte a la neurosis de su creador... sino de forma mucho más modesta, de re-conocer las huellas del sujeto, aquellas que hacen a la obra de arte única e insondable.

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