miércoles, 9 de abril de 2014

ERES INSIGNIFICANTE



ERES INSIGNIFICANTE....








      Al comienzo del film Hormigaz (Antz, Eric Darnell & Tim Johnson, 1988), el protagonista, "Z" (en realidad, "Z-4196"), una hormiga obrera perteneciente a una colonia de millones de individuos, neurótico recalcitrante (Fue Woody Allen el que, de hecho, prestó su voz al personaje en la versión original), se halla tumbado en el diván contándole a su psicoanalista sus conflictos y penas. Cuando al final de su monólogo, "Z" se queja de que se siente "insignificante", su psicoanalista le responde: "Has hecho grandes progresos". "Z" se sorprende y le pregunta el porqué de su afirmación. La inesperada respuesta es la siguiente: "Porque eres insignificante".

        Ser insignificante, o sentirse insignificante. Esa es la cuestión.

        Sólo vamos a nombrar de pasada, sin analizar más, el hecho de que una hormiga llamada "Z" está evidentemente emparentada con una cucaracha llamada "K". En efecto, el universo de Kafka se halla, al menos sugerido por la analogía, en las intenciones del film, y de una forma mucho más sutil de lo que nos pudiera parecer, porque lo que se nos narra es una verdadera parábola política, contada a niños y adultos. En esta fábula se contraponen dos modelos sociopolíticos antagónicos: el individualismo y el colectivismo. "Z" representa a un individuo normal y corriente, un habitante de esa enorme masa de seres indiferenciados que trabajan al servicio de su sociedad, el hormiguero. Metáfora incontestable del propio ser humano, siempre preso entre su precaria subjetividad individual y las presiones y determinaciones de la sociedad en la que vive.

        La película ofrece una serie de situaciones interesantes, entre las que destacaría dos: por un lado, la búsqueda de Insectopía, un lugar que sería como el paraíso de los insectos, y que resulta no ser lo que parecía. Por otro, la derivación del sistema de organización socioeconómico ancestral, regido por una monarquía más o menos benevolente y basado en la división social del trabajo, hacia un régimen fascista, liderado por el cruel general Mandible.

      Sin embargo, el punto más interesante del film, lo que más puede darnos que pensar, y que de algún modo nos permitiría a su vez reflexionar sobre todo lo que acabamos de exponer, es la cuestión de la insignificancia. Hay una paradoja en el hecho de que sentirse, o mejor, reconocerse insignificante sea un progreso en un psicoanálisis, o en general en una terapia. ¿Qué puede significar esta paradoja, este aparente absurdo? ... porque se supone que la insignificancia sería más bien algo que hay que superar para sentirse "alguien", para progresar. 

     Vamos por partes. In-significante significa de entrada, algo o alguien cuya entidad, cuya existencia, no resulta necesaria para comprender un conjunto dado: por ejemplo, una gota de agua en el océano o una hormiga en un hormiguero. Es decir, si ese ser individual desapareciera o no existiera, ello no afectaría en nada al conjunto. Sin embargo, vamos a pensar en la palabra "in-significante" como lo que no tiene significante, como lo que carece de él. Vale, entonces... ¿qué es un significante, y por qué es tan importante para que sin él alguien se sienta "in-"?

      La lingüística moderna, a partir de Saussure, comenzó a estudiar el significante a comienzos del siglo XX, hacia 1906. Recordemos que La interpretación de los sueños de Freud se publica en 1900. El significante es aquello ligado a un significado, lo que lo expresa o define. Por ejemplo, el significante "árbol" designa y engloba todos los significados de árboles, es decir: todos los árboles que existen. El significante es la representación del significado, su representante en el lenguaje. El significante es siempre arbitrario, podría haber sido cualquier otra combinación fonémica, pero ha resultado ser esa. 

  Así pues, el mundo humano está construido a partir de significantes, experimentamos el mundo y podemos llegar a conocerlo a través de los significantes. En definitiva, a través del lenguaje, porque el lenguaje no es otra cosa que la red estructurada de significantes.

     Ahora bien, el lenguaje humano posee una peculiaridad esencial: la posibilidad de la metáfora, que hace que en un poema de amor, por ejemplo, los labios sean corales y los dientes perlas... Es decir, que el lenguaje humano permite no ya que un significante represente a un significado, sino que represente a otro significante. O que un mismo significado pueda estar expresado por más de un significante. O que un significante pueda referirse a distintos significados. 

      Es decir, que la "realidad" del mundo está construida a partir de significantes. Y la realidad humana también: nosotros, como sujetos, estamos hechos de significantes, que nos definen, que nos permiten construirnos una identidad, pero que también nos hacen prisioneros de ella. Esos significantes proceden de complejas relaciones entre los deseos inconscientes de los progenitores y/o de las personas que, no por casualidad, la Psicología ha denominado como "significativas" para el sujeto... y aquí, significativas quiere decir necesarias para el crecimiento físico y psíquico del sujeto que ha nacido: aquellas sin las cuales, el individuo humano no sobreviviría en un mundo que le es desconocido y hasta hostil. ¿Cómo se consigue esta supervivencia? ¿Cómo hacen estas personas para permitir que el sujeto, el individuo se desarrolle? Pues transmitiéndole, dotándole de una red de significantes, no sólo generales (el lenguaje mismo), sino de aquellos significantes "especiales", únicos, que constituyen (y construyen) la propia personalidad, el carácter...

      Y lo más importante de todo esto es que esos significantes ya pre-existen al sujeto. Existen, lo envuelven aun antes de nacer. ¿Dónde se alojan esos significantes que le están destinados al sujeto? En el deseo de los padres. Será moreno, como su padre... Se llamará Roberto, como su abuelo... 

       Como digo, estos significantes constituyen al sujeto, pero a la vez lo limitan, lo constriñen: se espera de él que los adopte, que los encarne, que cumpla con las expectativas. Por la identidad, por la individualidad, se paga siempre un alto precio. Y la mayoría de las neurosis se construyen por la necesidad del sujeto de desembarazarse de aquellos significantes que lo oprimen, que lo crucifican, que lo esclavizan. Muchas veces de forma inconsciente: en realidad, muchas veces no sabemos lo que los padres quieren de nosotros. A menudo, demasiado a menudo, nos transmiten expectativas contradictorias: mamá es más vital y papá más rígido, y cada uno de ellos te transmite sus propios deseos, sus miedos, sus frustraciones...

      Entonces, una cura psicoanalítica no es sino la puesta en cuestión de toda esa cadena de significantes que constituyen lo más propio (y a la vez lo más ajeno del sujeto, por eso Lacan utiliza el neologismo "extimidad" para designarlo, en solidaridad y oposición a "intimidad", y que ya Freud anticipó con su noción de lo siniestro).

Poner en cuestión los significantes es dar al sujeto la oportunidad (permitir que el sujeto se dé a sí mismo la oportunidad) de elegir. Elegir aquellos significantes recibidos a los que quiere seguir identificándose, aquellos de los que quiere alejarse, separarse... y, eventualmente, crear para sí nuevos significantes. Es por eso que hay que atravesar un momento de "insignificancia", de (por decirlo así, vacío de poder), de "falta" de significantes en uno mismo, de "vaciarse" de ellos, para poder acceder a eso que en psicoanálisis llamamos cura.
        










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